13 Cosas que no Sabría de no Vivir en el Extranjero
Vivir en el extranjero es una experiencia que te conduce a lugares que no habías imaginado antes de partir. A lo largo de esta aventura conoces a gente de culturas muy distintas a la tuya y tienes que esforzarte para adaptarte a un modo de vida que nada tiene que ver con lo que conocías hasta el momento.
Vivir en el extranjero
Esta experiencia es única para cada persona, pero yo creo que hay ciertas cosas que todos los migrantes compartimos, vengamos de dónde vengamos y vayamos adónde vayamos. Así que hoy os traigo una lista de experiencias que me llevo de vivir en Alemania y que creo que muchos de vosotros/as compartiréis también.
1. Estoy más atenta a la expresión facial que a las propias palabras
Hablo alemán bastante fluido, pero como tu idioma materno no hay nada. Y es que por mucho alemán que hable, siempre habrá esas palabras super precisas que no he oído en mi vida. Tiendo a no tener vergüenza de preguntar por cosas que no entiendo, pero lo sorprendente es que he llegado al punto de poder comprender términos desconocidos solo por la manera que tienen de decirlo, la situación y la expresión facial. Es fascinante.
2. Mezclo palabras de distintos idiomas
¿No te pasa? Estoy hablando en catalán, castellano, inglés o alemán y siempre necesito utilizar palabras de los otros idiomas porque no encuentro traducción inmediata posible. Si a esto le sumamos que viví una temporada en Japón y que tengo todavía palabras de ahí que uso habitualmente, mi dialecto particular se convierte en un mosaico lingüístico muy peculiar.
3. Mi acento me delata
Así de aspecto podría pasar desapercibida, pero es abrir la boca y delatarme. Sí, soy extranjera. Y sí, cambio los géneros de toda palabra que se preste. Lo interesante es que siendo tan evidente que soy extranjera siempre tengo un tema de conversación con el que romper el hielo. Eso y que todo el mundo me acaba diciendo que ama mi ciudad natal, Barcelona. Y, oye, la verdad es que emociona.
4. Las distancias parecen desvanecerse
Antes de marcharme veía Alemania como lejana e inaccesible. Pero ahora mismo no encuentro tanta diferencia entre un viaje en avión y un billete de tren. Las distancias parecen haberse acortado muchísimo, y mis dos ciudades no parecen tan lejanas como al principio.
5. Estoy más abierta a tener amigos de otras culturas
Tener amigos en Alemania es una aventura tan grande que me dio para un post entero al respecto. Vivir en el extranjero te empuja a conocer a gente de otros países. Y ya no hablo solamente de gente del país en el que vives, sino que el hecho de no estar en tu casa de toda la vida te obliga a salir de tu zona de confort y conocer a más gente en tu propia situación.
6. Pienso y hasta llego a soñar en distintos idiomas
Y es que el cambio de idioma no se limita solamente a la calle. Yo personalmente, cuando tengo que decirle algo a una persona en concreto pienso sobre la conversación en el idioma con el que hablo con él o ella. Y esto se me ha traspasado a los sueños. Depende que quién aparezca en mis sueños voy a hablar un idioma u otro, o incluso ambos a la vez!
7. Al volver a casa todo es igual pero distinto
Volver a casa se transforma en una experiencia única cada vez. Yo tengo la sensación de que las cosas siguen igual pero al mismo tiempo han cambiado. La vida sigue, la gente se casa y tiene hijos, pero las calles y las paredes de tu casa son iguales que antes. Es una situación muy curiosa.
Es también muy normal experimentar choque cultural inverso, y es que aunque te parezca que el tiempo no ha acabado de transcurrir, lo ha hecho, y tu ya no eres la misma persona que cuando te fuiste.
8. Mi hogar está en dos lugares diferentes
La palabra "hogar" ha cambiado completamente de significado. Mi vida se ha transformado desde que vine a vivir a Alemania, y ya llevo tanto tiempo aquí que Düsseldorf ha pasado a ser mi casa. ¿Quiere esto decir que Barcelona ya no lo sea? Para nada. Tengo dos hogares, dos lugares de los que me siento partícipe. Y si por mi fuera los juntaría en un mismo sitio para no tener que echar nada de menos.
9. Me alemanizo a marchas forzadas
Allá donde fueres haz lo que vieres. Y me lo he tomado al pie de la letra, la verdad. Os conté hace tiempo cuales son las 10 costumbres alemanas que no me puedo creer que haya adoptado, y es que la planificación y los chubasqueros han llegado a mi vida para quedarse.
10. Intento no acumular demasiadas cosas porque sé que me mudaré
He dicho intento, no he dicho que lo consiga.
11. Vivir fuera no es siempre maravilloso
Se ha creado una especie de mito del expat, con el que si me conocéis sabréis que estoy muy en contra. No es fácil vivir en el extranjero, requiere mucha paciencia y ganas de quedarte en un lugar al que de buenas a primeras no perteneces. Pero si eres capaz de asumir lo malo, muy probablemente puedas disfrutar de lo bueno. Y si este momento nunca llega, coger las maletas y volver a casa nunca es una derrota.
12. Si hay problemas en mi país no puedo estar ahí
Soy de Barcelona, y supongo que no tengo que poneros al corriente de lo que está ocurriendo ahora mismo en mi país. Catalunya está pasando por una de las peores épocas en su historia y yo estoy aquí, en Alemania, alejada de la realidad de mi familia y amigos. Estando tan lejos en un momento tan controvertido me siento aislada e impotente. Y eso es algo que todos y todas las migrantes tenemos que asumir y a lo que nos tenemos que acostumbrar. No podemos estar físicamente donde nuestro pensamiento se encuentra.
13. Sé que siempre echaré algo de menos
Y esto es lo que nos perseguirá a los migrantes de por vida. Conocer un país profundamente por haber vivido en él te hace habituarte a muchas cosas que de quedarte en tu país nunca te hubieras planteado. Y esas cosas se van a quedar siempre en este lugar. Con lo que si algún día me vuelvo a Barcelona voy a echar de menos un montón de cosas que solamente se encuentran en Alemania. Pero me diréis que esto no es bonito!
Y tú, ¿Qué has aprendido viviendo en el extranjero? Compártelo en los comentarios.