¿Por qué Alemania me ha cambiado la vida?
Mi vida en Alemania es muy distinta de la que llevaba en Barcelona, y hoy he querido dedicarle un post a este tema porque creo que es algo que la gente que vivimos en el extranjero experimentamos. Obviamente, la vida de todo el mundo —vivas en el extranjero o no— va cambiando con el tiempo, y piensas en cómo eras en el pasado te vas a encontrar muy distinto a como eres en la actualidad. Pero pienso que cuando vives en otro país puedes trazar un antes y un después muy claro.
Vida en Alemania
Hace unos días que le doy vueltas a como ha cambiado mi vida desde que vivo aquí en todos los aspectos. Ya no es solamente por el idioma y la cultura, sino que con el tiempo me he ido adaptando a una serie de costumbres que no tenía antes y otras cosas que hacía habitualmente dejé de hacerlas. Algunas son obvias y de algún modo las veía venir, pero otras me han sorprendido mucho.
1. Vida laboral
El motivo principal por el que empecé mi vida en Alemania fue el trabajo, como os conté en el post que abría este blog. Me fui de Barcelona al cabo de un año de acabar la universidad, y durante aquel tiempo mi vida laboral fue a trompicones. Estuve buscando trabajo durante mucho tiempo y al final encontré dar unas clases grupales y otras particulares que me mantenían relativamente a flote, sumado a contratos eventuales en un teatro y algún que otro proyecto de escritura que me surgió, también eventual. Mi vida laboral en Barcelona era de todo menos estable, y estaba muy desquiciada porque no podía soportar la idea de tener que hacer malabarismos con mi tiempo indefinidamente.
Por mi experiencia en docencia tenía en mente trabajar de profesora de español cuando llegara a Alemania, pero una vez aquí me di cuenta de que ni era tan fácil hacerlo ni me apetecía lo más mínimo. Así que decidí encontrar un trabajo a media jornada para dedicarle tiempo a descubrir mi vocación. Tras unos tres meses de búsqueda de trabajo exhaustiva encontré uno que me mantenía estable, cosa que no conseguía en Barcelona por más que lo buscara. Creo que gracias a esta estabilidad económica y al tiempo que te proporciona un trabajo a media jornada, pude empezar el proyecto de este blog y con ello descubrí lo que quiero hacer realmente: escribir. Punto positivo para Alemania.
2. Amistades
Dejar a mis amigos y amigas en Barcelona fue algo muy difícil, aunque también tengo que decir que allí tampoco estaba en una situación fácil. Me explicaré. Muchas de mis amistades también se estaban mudando al extranjero, tanto por motivos laborales como porque hacía mucho tiempo que lo querían así. Me costó mucho de digerir la situación, porque a esto le sumamos que ya no iba a la universidad, por lo que ya no estaba rodeada de gente constantemente. También en este aspecto necesitaba un cambio, y confiaba en seguiría teniendo contacto con mis amigos de verdad.
Y así fue; aunque me he distanciado de mucha gente, continuo manteniendo contacto con quienes me importan, y esto es lo que de verdad cuenta. Además, el hecho de empezar de cero en otro país te brinda la oportunidad de conocer gente de distintos sitios del planeta que de otro modo no hubieras podido conocer. Ya os hablé de este tema en el post sobre mi experiencia respecto a la amistad en Alemania, donde os contaba que hacer amigos locales es un reto constante, pero que merece la pena porque te saca de tu zona de comfort.
3. Tiempo libre
Con el patchwork de trabajos en miniatura que tenía en Barcelona era difícil tener demasiado tiempo libre. Pero aún así, obviamente, tenía y una de las cosas que hacía casi cada semana era ir al teatro con mi compañera favorita: mi madre. Esto lo echo extremadamente de menos por muchas razones. Para empezar, me encantaba ir al teatro ya no solo por la obra en sí sino por todo el ritual que giraba a su alrededor. Leía todas las revistas culturales de la ciudad que caían en mis manos para saber qué director hacía qué obra con qué actores y establecía relaciones constantes sobre lo que había visto durante los pasados cinco años. Esto sumado a que era una excusa periódica para quedar con mi madre después de haberme ido de casa, era la actividad ideal.
Sinceramente, hace poco que me di cuenta de que ahora ya no voy al teatro porque no encuentro demasiadas razones para ir. Para empezar, aquí obviamente no está mi madre y a Isaac no le gusta suficientemente al teatro como para ir conmigo siempre, con lo que acabamos sacando actividades distintas. Pero también se mete entre medio que me cuesta seguir una obra en Alemán y, lo más importante, que desconozco el mundillo de directores, actores y actrices que tejían mi pasión por el teatro en Barcelona. Esto lo he sustituido por ir más al cine, a mercadillos de segunda mano, paseos por los parques de la ciudad, invitar amigos a casa para jugar a juegos de mesa… En definitiva, como los días en Alemania “son más cortos” he acabado viviendo más de día, y siempre llego pronto a casa.
4. Domingos sin la familia
Los domingos, ¡Madre mía, si no cuesta esto!
Creo que es costumbre en toda familia española quedar prácticamente cada domingo para comer todos juntos. En nuestro caso, a veces íbamos a casa de mis abuelos y otras con la familia de Isaac, pero el resultado es que casi cada domingo estábamos comiendo en casa de alguien. Obviamente, cuando vinimos a vivir a Alemania estos domingos quedaban por rellenar, y es algo en lo que no habíamos pensado antes de venir. Cuando tomas la decisión de mudarte piensas de manera abstracta que echarás de menos a la familia, pero no eres consciente de que a la práctica son muchas horas concretas que sin ella quedan vacías. Y, bueno, tienes que rellenarlas de algún modo.
Como ya os comenté en este post sobre motivos por los que vivir en Alemania, una de las ventajas de estar aquí es que se puede viajar con facilidad a sitios muy interesantes. Y como a Isaac y a mi nos gusta viajar, dedicamos gran parte de estos domingos a descubrir nuevos lugares cercanos a Düsseldorf que de paso os vamos descubriendo en el blog. No hay mal que por bien no venga, ¿verdad?
5. Estado de ánimo
Por la situación general de trabajo y amistades que os he comentado antes, mi estado de ánimo en Barcelona los últimos meses era un bucle de dudas existenciales que no llevaba a ningún sitio. Alemania fue un soplo de aire fresco, y aunque tardé muchos meses en adaptarme y encontrar mi lugar, puedo decir que ya hace algún tiempo que me encuentro donde tengo que estar. Y esto afecta a mi humor, está claro.
En general estoy de mucho mejor humor que antes, porque mi situación laboral ha mejorado pero también porque aquí el estilo de vida me gusta más que el de Barcelona. Algunas de las cosas que me gustan de Alemania que os contaba aquí afectan directamente a como me siento. Y es que el silencio, la tranquilidad al andar por la calle sin estar pendiente de la cartera, la cantidad de zonas verdes para relajarse y hasta la planificación son aspectos que hacen que me sienta bien día a día.
6. Perspectiva de futuro
Muchas veces me han preguntado si quiero quedarme en Alemania para siempre, pero yo no sé muy bien qué contestar. Personalmente siento que no puedo decidir ahora mismo sobre donde voy a estar en unos años: puede que aquí, puede que en Barcelona o puede que en un país completamente distinto. El tiempo y las circunstancias lo dirán.
Lo que sí que está claro es que cuando vives en el extranjero tu perspectiva de futuro cambia mucho. Debido a la situación laboral que ya os he mencionado y a como está el país en este sentido, me costaba mucho dibujar mi futuro en Barcelona. Pero sé que si me hubiera quedado, la imagen del futuro en mi cabeza habría habitado un escenario conocido. El hecho de salir de tu ciudad y romper con tus raíces le da una nueva dimensión a los días que vendrán, ya que no estás enraizado a tu ciudad natal pero tampoco donde te encuentras en este momento. Y esto tiene su encanto, porque al no controlar el futuro podemos dedicarle más tiempo a vivir el presente.
¿Cómo ha cambiado tu vida desde que te mudaste al extranjero?. Deja tu comentario a continuación y ¡mantén vivo el debate!