Mami en Dinamarca | Radar Expat
Hoy es un día muy especial y es que recibimos con los brazos abiertos a Teresa, la blogger detrás del blog Mami en Dinamarca. Me alegra muchísimo tener a la primera blogger en el blog que no habla sobre Alemania, sino que lo hace sobre un país vecino.
Hace bastante tiempo tuve la oportunidad, cuando justo estaba empezando, de ser entrevistada en su blog, así que quiero invitarla hoy a que nos cuente como fue su experiencia. Me alegra muchísimo que ambas sigamos después de dos años con nuestros proyectos, así como que hayamos podido conocernos un poco mejor gracias a las redes sociales. Y es que estar en contacto con otras personas migrantes es lo mejor de tener una comunidad en Internet.
Me callo ya, ahora le doy la voz a Teresa. Quédate a leer su historia y síguela por su blog, Instagram, Facebook, YouTube y Twitter. ¡Que lo disfrutes!
Mami en Dinamarca
Aún recuerdo el día que llegué a Dinamarca. Era un 13 de enero de 2009 y aterrizaba con una maleta y unos ahorros. Estaba muy contenta porque mi marido (por aquel entonces novio) me esperaba en la sala de llegadas. Tras varios años en una relación a distancia, aquel día era ese día que habíamos hablado varias veces en el que sabíamos que uno se acabaría mudando. Y así pasó.
Al principio de mudarme, muchas fueron las cosas que me llamaron la atención. Aunque ya conocía Copenhague, no es lo mismo ir de turista que dar el paso y mudarse indefinidamente. Por poner un ejemplo, percatarte de lo que hacen tus vecinos porque las persianas sólo se bajan cuando se van a dormir. O que los niños bebés duermen en la calle en sus cochecitos mientras sus padres están en un café. Creo que esto último nos ha dejado a más de uno con la boca abierta.
Sin embargo, uno de los mayores choques culturales es en el mundo laboral. Antes de mudarme trabajé un par de años en Madrid. Y como a muchos españoles, estamos acostumbrados a que el organigrama de las empresas sea piramidal. Cosa totalmente opuesta en Dinamarca. Salvo en algunos sectores, por lo general tu jefe es otro más en el departamento, con quien podrás conversar de diversos temas de manera abierta aun manteniendo el respecto. Otro aspecto muy llamativo es el hecho de poder trabajar desde casa en caso de emergencia o si tu hijo está enfermo. Y sinceramente para los que somos padres, la posibilidad de poder dejar o recoger a tus hijos de la guardería sin tener que molestar a los abuelos (que ellos lo hacen encantados) es un alivio. Simplemente poder tener un trabajo que lo compaginas con tu vida familiar. Algo que en ocasiones pensamos es una utopía.
El tiempo pasa y poco a poco te vas integrando en la sociedad de tu país de acogida (o lo intentas). En mi caso, asistí a las clases de danés. A pesar de que en el mundo sólo lo hablan cinco millones, siempre he creído que era una de las mejores formas para poder integrarte, o para tener más oportunidades laborales. Así que ahí estaba yo todas las mañanas aprendiendo el idioma de los vikingos durante un año. Pero también, haciendo lo posible por relacionarme lo más que pudiera con daneses, compañeros del trabajo, etc. De esta manera podía también practicar el idioma y hacer nuevas amistades. Y sí que es cierto que a primeras los daneses no son gente muy abierta, cuando tienes un amigo danés, lo tienes para toda la vida (dejando al margen los que son groseros. Pero gente grosera la tienes en todas partes).
Los días y años siguen pasando, y sin darte cuenta, tú misma has hecho tuyas costumbres danesas: descalzarte al entrar en casa de alguien, comer “smørrebrød” (tostas danesas como yo las llamo) de pan negro y arenque en salsa de curry, poner la bandera danesa cuando celebras tu cumpleaños… Y la lista continúa. Es más, cuando viajas a España de vacaciones, tu familia y amigos te dicen que “te has adanesado un poco” porque tienes hambre a mediodía o porque a veces se te olvidan algunas palabras en español. Y es que emigrar tiene su precio.
Aunque a primeras todo parezca muy emocionante, emigrar tiene dos caras. Y esa otra cara es a veces la que nos hace pensar a más de uno en tirar la toalla. Dejarlo todo y volver a casa. Cada persona que emigra deja atrás una vida sea cuales sean sus razones. Y empezar de nuevo cuesta, porque es un proceso que lleva su tiempo y que se lleva por dentro. La clave está, o así lo veo yo, en ser consciente de tu nueva situación e intentar (en la medida de lo posible) asimilar poco a poco el cambio. No se puede hacer de la noche a la mañana. En mi caso, venía con una forma de pensar, entender y hacer las cosas de otra manera a como se hacían o se hacen en Dinamarca. Un ejemplo tan simple como salir del trabajo a mi hora sin hacer horas extra. Parece una tontería, pero yo recuerdo en España hacer horas extra como la cosa más normal. Porque salir antes que el jefe o no trabajar una hora más podía suponer que la gente pensara que no hacías tu trabajo. Todo lo contrario que aquí. Alguna vez me ha tocado trabajar extra, pero si has terminado con tus obligaciones y no hay nada más, te marchas a casa sin temer el qué dirán.
Esta forma de pensar que es lo normal, me llevó un tiempo asimilarla. Y como decía, esto es sólo un ejemplo de muchos otros. Por eso siempre digo que mudarse o vivir una temporada en otro país, es una experiencia que todos deberíamos experimentar. Para crecer en todos los aspectos, tanto en lo laboral como personal.
Muchas gracias, Teresa, por pasarte a contarnos tu historia. En el blog estamos muy acostumbrados a oír hablar sobre choques culturales y otras odiseas sobre Alemania. Pero todavía no habíamos tenido la oportunidad de escuchar aventuras en otro país. Un abrazo y que sigas disfrutando mucho de tu vida en Dinamarca.